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NUEVA NOVELA DE ÁNGELES DE IRISARRI

EN HERALDO DE ARAGÓN

El loco amor de los años 20
Ángeles de Irisarri publica la novela "Te lo digo por escrito", la pasión imposible de una cupletista y un seductor en Zaragoza.

ANTÓN CASTRO. Zaragoza | Ángeles de Irisarri (Zaragoza, 1948) llevaba ya una veintena de títulos a sus espaldas cuando decidió escribir una extensa novela, "Romance de ciego", que transcurría en Zaragoza, entre finales del siglo XIX y 1907, el año en que la ciudad ultimaba los preparativos de la Exposición Hispano-Francesa. De esa novela, que ganó el premio Alfonso X el Sabio, ha vendido 30.000 ejemplares. Apenas un año después vuelve a ubicar su nueva ficción "Te lo digo por escrito" en su ciudad. Se trata de una novela en forma epistolar que transcurre entre 1923 y 1930, los años de la dictadura de Primo de Rivera.

"La novela cuenta la historia de Pepita, que es una cupletista que trabaja en el café cantante Paradís y en otros lugares de España. Paradís era el nombre más habitual de los café cantantes de España. También pensé en colocarla en las noches del Royal Concert, luego Oasis, pero he optado por un lugar más imaginario porque no quería molestar a nadie".

Un galán como Valentino

Cuenta Irisarri que el personaje central procede de su novela anterior, allí había una mujer que quería dedicarse a la canción y al cabaré, y que ha estudiado las biografías de las cupletistas de los años veinte. "Pepita nace en Tarazona como Raquel Meller. He usado eso para darle más verosimilitud al personaje, pero no para confundirla con ella porque Pepita es pobre, no se casa con un torero o con un escritor, ni sale a hombros del Edén Concert. La novela cuenta una historia de un amor imposible. Estoy segura de que a algunos lectores los pondrá nerviosos porque aquí también hay un reflexión acerca de los designios de la pasión. ¿Por qué pone Pepita su cabeza y su voluntad en un picaflor, en un zascandil, en un canalla, en un donjuán como Carlos. Cuento un loco amor, como el de la Celestina, el de Romeo y Julieta, un amor que está más allá de la sensatez, de la conciencia, de la estupidez".

Como en todas las novelas de Ángeles de Irisarri, también hay lugar para el humor. Un humor que tiene sus migajas de patetismo e ironía. Los dos enamorados, Carlos y Pepita, se quedan prendados el uno del otro en el cementerio mientras él entierra a su mujer, mientras ella entierra a su marido, el padre de su hija Lolita. "Con este preámbulo, las cosas no podían salir bien. ¿Cómo se les ocurrió mirarse así, con tanta lascivia? Estoy segura de que hasta sus muertos se habrían revuelto en la tumba. Soy bastante gamberra para estas cosas", dice. Otro detalle de humor de Irisarri es que el conjunto que forman Pepita, su hija Lolita, y su hermana, nada dotada para el baile, se llama el Trío de las Moninas.

"Aparece el café Ambos Mundos con su característicos chocolates con esponjada, y otros lugares de la ciudad. Ésta es una aventura esencialmente triste, de amor no correspondido. Carlos, el amante, es viajante de comercio, tiene palco en el Paradís y está siempre de aquí para allá. Posee buena planta, se peina a lo Rodolfo Valentino, es garboso, atrae las miradas de las mujeres sobre sí, y al andar exhibe una estampa de hombre del mundo de la farándula", añade. Hay más personajes: Bibi, que también pretende a Carlos; Ninon, que se va a Barcelona y será víctima de su amante… En el libro, como suele ocurrir en las obras de la escritora, hay información sobre las gomas para el coito llegadas de París; "a uno de los personajes le proponen hacer cine pornográfico y no acepta, claro", recuerda; Primo de Rivera prohíbe las revistas pornográficas en los quioscos y que se les digan piropos a las mujeres por la calle.

Las cartas y la falda corta

Hay dos reivindicaciones claras: la de la epístola como forma de comunicación, al menos en un tiempo pasado, y la liberación de la mujer, simbolizada por el uso de la falda corta. "Yo recuerdo que mi novio y yo, luego mi marido, nos escribíamos cartas todos los días y lo hicimos así hasta mediados los años setenta. Eso también lo hace Pepita: escribe al menos una carta al día, pero además pone conferencias, manda telegramas". Además, usaba falda corta. "No sólo se hacía en los espectáculos. La moda ha sido muy tirana y ridícula. La falda corta ha sido un gran avance para la liberación de la mujer, porque no te estorbaba al andar, no te rompías la crisma. Del avance que supuso el pantalón no le digo nada. La falda corta trajo, ante todo, comodidad". Y belleza. En la novela también están presentes ese clima prebélico que precede a la caída de la Monarquía y a la Guerra Civil, y todo ese trajinar constante de las cupletistas: los baúles, los trenes retrasados, los telegramas.

"Era un mundo miserable. Yo tengo un sentimiento trágico de la vida, sobre todo de boquilla, pero aquí me he contenido. No he querido que le pasasen más desgracias a Pepita. Literariamente, soy muy ambiciosa", concluye.

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